La cancion del viajero, de Gijon a Praga

por gonzalo cerra 17/12/2015

La canción del viajero.
O de los viajeros, porque tengo la fortuna de tener quien me acompañe en mis desmanes viajeros.
Esta canción está compuesta de 7 notas, digamos una escala de Re. O de 7 colores, quizás los del arco iris. Incluso podrían ser 7 estrellas si supiera algo de astronomía más allá de identificar la estrella polar.Al final suenan 7 paises.
En origen no había destino final, era solo una ruta por la Europa alpina. Según pasaron los días fuimos ambicionando más kilómetros, más países, más paisajes con los que alegrarnos la vista. Acabamos fijando como destino Praga, una de las en teoría capitales europeas más hermosas. Preparamos las rutas, buscamos alojamiento en el entorno y volvíamos a repasar las rutas diarias. Así, iterando una y otra vez, llegamos a las siguientes cifras: 9 días, 5000kms, 7 países, incluyendo clásicos del mototurismo y un barniz de cultura. El plan perfecto.

1 Re España Rojo

Saliendo desde Asturies los primeros kms por repetidos son basura, casi todo autopista, el eterno tramo en obras y mucho aburrimiento. Además nuestras ansias de kms hacen que aprovechemos tanto el tiempo como para hacer jornada laboral ininterrumpida y salir a las 4 de la tarde con destino a Pau.
La moto va cargada un poco de cualquier manera, con las maletas absurdamente llenas y con bolsas extras mal agarradas a las maletas. El sol brilla con prepotencia y hace que todo luzca mejor pese a ser paisaje más que conocido. Las paradas son las de siempre, antes de Santander y en Oiartzun para aprovechar los últimos precios razonables del combustible.

2 Mi Francia Naranja

Entramos en Francia con más facilidades de lo esperado y de peaje en peaje vamos avanzando. Lamentablemente cada año hay más tramos para pagar.
La soledad de mi casco hace que reflexione viendo el tráfico, España envía camiones de frutas y Europa nos provee de todo lo demás. Quizás sea una explicación de la crisis que todavía nos seca.
Casi finalizando el día llegamos a Pau, hemos cogido un ETAP Budget, cómodo funcional, sencillo, algo más céntrico y caro que el F1, aunque siga estando a una caminata del centro al que nos acercamos en moto. Aparcamos en una calle peatonal después de saltarnos un par de señales de dirección prohibida, meramente orientativas y tomamos una cena rápida en una cadena de hamburguesas francesa. Tras la cena, paseo por el centro. Francia es, como siempre, elegante, seria y señorial. Pau tiene el centro peatonal en ese estilo clásico y soso tan francés, con un profundo tajo como una cicatriz cruzando la ciudad pero la noche no nos permite disfrutar las vistas. Para compensarnos, un jugoso helado para cada uno y más deambuleo.
Un nocturno violinista toca solitario a la sombra de una iglesia, se percibe aire vacacional, por ello hay algo de ambiente en las terrazas para la hora y el sitio que es, todavía Francia. En la plaza del castillo, un flautista, una guitarra, un contrabajo y un escaso público conforman una jam-session de jazz al aire libre en esta calurosa noche de agosto. Detalles de cultura y calidad en Europa.
Nos volvemos al hotel a descansar que mañana toca otro largo día. El hotel no tiene parking cerrado como los F1 pero no hay otra opción así que a dormir esperando a que nadie se encapriche de mi moto.
La noche ha sido silenciosa y muy fresca, el aire acondicionado ha estado soplando frio toda la noche y no hay posibilidad de regulación. Desayunamos en nuestra habitación jamón del bueno, bueno, del que no se encuentra en Francia sino en la Extremadura profunda y bellotera y nos ponemos en marcha, devorando kms bajo un inmenso cielo azul puro. No nos complicamos la vida y nos metemos de frente en la autopista de peaje que nos conduce hasta Albi. De ahí pasamos por debajo del famoso puente de Millau e intentamos el camino de Ales con cierta dificultad, ya que el GPS y yo no nos entendemos y cuesta arreglarse con un plano de las carreteras que van desde las Azores a los Urales.
Acabamos cogiendo llenos de dudas una carretera de asfalto roto y campos secos pero conforme avanzamos, vemos venir mas y mas motos, luego tan mala no será. Y no lo es, ni mucho menos. Se convierte en un col no excesivamente grande ni alto pero satisfactorio que sube, baja, curvea y se desliza por entre laderas y barrancos. Siempre logra sorprenderme Francia por sus carreteras anónimas, por su paisaje oculto tras el eje Paris-Toulouse, en cuanto lo cruzo comienza la diversión, mayorada siempre por ser inesperada. El col se acaba y luego tenemos que atravesar una amplia, aburrida y poblada llanura por la que discurren un par de caudalosos ríos para que comience de nuevo la diversión en toda su plenitud.

La carretera a Gap, especialmente entre Nyons y Serres, por las Gorges de St Mary, es un paroxismo de la felicidad motera... que placer, que goce, que lujuria, que despiporre total y absoluto, un desparrame de curvas y mas curvas, incluyendo un túnel de sentido único, cortejando en todo momento el rio, teniéndolo muy próximo, disfrutando de todos y cada uno de los casi 80kms de desmadre motero de todos los colores, sabores, radios y puentes, tumbando hasta lo razonable, arrastrando lo que haga falta, gritando de satisfacción, ebrio de velocidad y libertad por todo lo que puede dar de si una moto en una carretera vertiginosa...
Sigo sintiendo la moto pesada aunque hayamos logrado reubicarlo todo mejor en las maletas, echo de menos la rigidez y la estabilidad de la R12S.
En un momento determinado la carretera se harta de este subir y bajar lujurioso y se asoma al balcón del valle de Gap. Bajamos de curva en curva y llegamos a la ciudad junto con el ocaso tras un largo día de moto, más de 730kms que me han dejado una bobalicona sonrisa autocomplaciente. Creo que desde el asiento de atrás me llegaba alguna petición de clemencia pero yo todavía estaba fresco como una rosa, aun excitado por la carretera que acababa de gozar.
En Gap se celebra algún tipo de competición deportiva, el hotel F1 está lleno a rebosar. Nos acercamos al centro a cenar pero visto el poco ambiente que hay nos conformamos con una pizza artesana que hacen en una camioneta y que nos sabe a gloria, aun cuando la comamos a la puerta del hotel en esta noche fresca.
Nuestro concepto de madrugar desde luego no es el mismo que el de los europeos. Pese a salir poco antes de las 9h y sin desayunar, el parking ya está semivacío. Eso se nota en la carretera, de Gap a Briançon hay mucho, demasiado tráfico, caravanas, autobuses, coches, carros, tractores, uno detrás de otro. Afortunadamente la moto permite ir saltando coches con cierta agilidad e incluso a ratos, disfrutar un poquitín de la ruta. Pero tanto tráfico nos retrasa, casi 2h para hacer apenas 80kms. En Briançon la cosa pinta peor, todo el pueblo es un inmenso atasco, la única gasolinera del pueblo está a rebosar y entre desayunar y repostar perdemos otra hora más. Pero ya estamos listos para un nuevo país. Subimos un puerto, dejamos un campo de golf a la derecha y antes de darnos cuenta, estamos pasando otra insulsa frontera.

3 Fa# Italia Amarillo
Me jode esto de que las fronteras no sean más que líneas en el mapa, uno espera ver garitas, hitos y señales identificadoras para poder celebrar el acontecimiento y no sorprenderse por la total ausencia de símbolos.
En cualquier caso nosotros intentamos siempre hacer el mismo repertorio de gritos, celebraciones, abrazos y palmoteos como si fuéramos nuevos, como si fuera la primera vez.
Cuando bajando el puerto veo la señal de Sestriere a mi derecha no puedo hacer otra cosa que seguirla, es uno de los puertos míticos de mi infancia televisiva ciclista que no puedo dejar de visitar. Cuesta arriba y cuesta abajo vamos disfrutando de los bonitos paisajes, verde intenso, miles de árboles, una carretera curvilínea, quizás el asfalto no es tan cuidado como en Francia pero es igualmente divertido, llenándonos los ojos de la Italia alpina en otro día de sol.
Al llegar al valle cogemos la autopista para atravesar el ancho llano hasta Milan. La autopista es de peaje y duele. Por los aproximadamente 160kms nos clavan una estocada total de cerca de 15€ pese a tener un largo rato en obras. Pero lo que más duele es la gasolina, y eso que intento mirar y no ver los precios del combustible. A 1,92€ pagamos el litro y lo más barato que vimos fueron 1,78€.

Pasado Milan llegamos a Lecco y entramos en ese paraíso que es el Lago di Como. Un espectacular largo rodeado de empinadas laderas y pueblos turísticos. En cuanto encontramos un rincón paramos a comer en lo que resulta ser una poblada playa lacustre. Es tanto el calor que tengo que me despeloto en la medida de lo posible para meter los pies, la cabeza y los brazos en ese agua clara. Soy un pálido anacronismo entre bañadores y bikinis.

Después de comer continuamos camino orillando el lago y pasando por Mandello del Lario, hogar de MotoGuzzi. Como la otra vez que estuve, parece cerrada y con pinta de abandonada decadencia.
Me surge la reflexión que las carreteras cercanas al agua siempre son un éxito para la moto por cuanto el agua es esquiva, caprichosa y poderosa, talla siempre en la montaña el recorrido soñado por el motero. Los suizos cogen esta receta y la llevan a la perfección como por ejemplo (uno de tantos...) la carretera que rodea el lago de St Moritz. Los italianos en cambio la especian en demasía con una colección de salvajes desmadrados al volante. Qué manera de conducir o de pilotar, encimándose, invadiendo, frenando brusco, olvidando por completo los intermitentes, adelantando de cualquier manera y modo, no entiendo como son tan valientes al volante y perdieron dos guerras mundiales.
Al final del lago empiezan las montañas, así que las encaramos para cruzar a Suiza.Cruzamos la frontera, una de esas de verdad, ralentizando la marcha bajo la escrutadora mirada de los guardas de frontera y entramos en uno de mis paraísos preferidos.

4 Sol Suiza Verde
Suiza siempre me sorprende gratamente, cruzas la frontera y dejas atrás las miserias de Europa y optas al siguiente nivel de calidad de vida.

Los paisajes son espectaculares como pocos, la imagen del MalojaPass descolgándose retorcido desde la montaña, ofreciéndose a quien lo quiera subir es para mí una de las más bonitas de la perspectiva motera de los Alpes. Coronas el paso y apenas bajas un poco para visitar el lago de Saint Moritz. Viéndolo uno se explica porque los precios son tan caros y porque esta zona tiene tanto renombre. Pasamos un rato a orillas del lago, empapándonos de las vistas, merendando y dando de comer a los patos para luego continuar camino por el BerninaPass, otro puerto para enmarcar. No sé que tiene Suiza que tanto me gusta. Nunca tengo suficiente.

5 Fa# Italia Amarillo
En la frontera de vuelta espera una larga caravana de italianos retornando a casa. Dormiremos justo en la frontera, en el primer o último pueblo de Italia según se mire. Ese cruce de frontera es más que una raya en el mapa, es pasar del technicolor al monocromo, de las coloridas casas suizas a un pueblo grisáceo aun cuando esté en fiestas y haya música por las calles.
El hotel Corona es antiguo y económico. Demodé siendo elegantes en la descripción. Pero con desayuno tipo buffet, parking gratis y restaurante con descuento.
Aun cuando los italianos conduzcan como pilotos frustrados y sean exasperantes, se les perdona todo delante de un plato de comida italiana. Risotto, cornetos de pasta rellenos de setas, panacotta y limoncello por un módico precio. Es fácil ser feliz alrededor de una mesa italiana.
La mañana siguiente viene con un sol radiante y un objetivo: un camino que nos lleve al Stelvio. Sinceramente, les hicimos un destrozo considerable en el buffet, con lo que nos gusta comer, probar y fozar, y más cuando está incluido en el precio de la habitación. La idea era madrugary salir echando chispas pero el amplio surtido allí ofrecido provoca que ignoremos la prudencia y nos dediquemos a un pantagruélico desayuno: bollería, embutido, pastas, huevo cocido, panes, etc. Sera por eso que luego no comimos…
Se hacen largos los trayectos por nacional en Italia, hay más tráfico del necesario y como en el libro de Andrea Camilleri, “el movimiento del caballo” me vuelvo más italiano que ellos para poder sobrevivir en esta jungla de asfalto. Si ellos adelantan en línea continua, dentro de túneles o de dos en dos, yo también. Si hay que llevar un cuchillo entre los dientes, nosotros llevamos la guadaña bien cabruñada.
Los túneles de Italia son una sorpresa, están llenos de colores, con mas luces que algunos pubs nocturno y nunca sabes que te puede salir, curvas cerradas, baches inconcebibles y algún que otro kamikaze...
Bormio es un atasco inmenso que evitamos infringiendo algunas reglas nimias y comenzamos a ver el festival habitual de la fauna alpina, ciclistas, patinadores, caminantes, autocaravanas, esquiadores en seco y por supuesto miles de motos.

Agradezco infinitamente el manillar alto de la GS, con la R12S cada curva me hacia sudar tinta. La última vez que estuve allí me juré por ello que no volvería. Suerte que solo lo prometo conmigo mismo. Con la GS todo es mucho más fácil, parece que hubiera nacido para esto, aun cuando vayamos dos cargados con todo y pese a los cafres italianos, la verdad es que lo disfruto.

En la cima hay la parafernalia habitual, colorida, multitudinaria, excesiva: bocadillos que no me planteo comer de tan ahíto que estoy, tiendas de turisteo, colas para poder sacar fotos delante del cartel cosido a pegatinas en la que ya falta la del Terracing y tras observar un rato las vistas, continuamos camino descendiendo alegres el puerto con sus cuarenta y tantas tornantis que nos llevan desde la roca pelada hasta el bosque alpino.
En el cruce, Suiza a mi izquierda, Austria enfrente e Italia a la derecha. Cuando escogemos esta última opción, penetramos en un valle de miles de manzanos. Bolzano es Italia, eso dicen... mis ojos me dicen que esto es el Tirol austriaco, el paisaje es verdaderamente alpino, un profundo valle, no como los Dolomitas o Suiza, este es mucho mas lujurioso y fértil vista la inmensa cantidad de pomares que abundan.
Pero agota tanto stress y tanta atención en la carretera permanentemente, este sin vivir de mil ojos y sobredosis de adrenalina. Y aun así, pese a tanta vigilia, en ocasiones logran que me dé un bote el corazón. O lo que sea que tengo y que bombea sangre por mis venas. Tres veces hube de clavar frenos, echar el ancla, maniobra evasiva y rezar para evitar golpear con alguien.
En mi mente se repite como un mantra PEEROESTOQUEES!!, destellando como un neón publicitario pronunciando claramente con sorpresa o rabia cada silaba y uniendolas todas en una cadencia creciente.
Se han juntado nuestra ignorancia y miles de turistas italianos, es ferragosto, fin de semana con puente incluido en una zona hiperturística y esto nos sobrepasa.
Subimos St Leonard in Valpassiria, disfrutando de la carretera a la que le hace falta algo de mantenimiento y algo más de educación a los que por ella circulan. Bajamos hacia Brunico y el atasco adquiere dimensiones cósmicas. Cuando paramos a repostar, me miro en el espejo y me veo los ojos rojos, los dientes rechinando y espasmos en el cuello con lo que hacemos concejo y decidimos huir de Italia discretamente. La tortura continua hasta que a 4kms de la frontera desaparece el tráfico y todo se vuelve suave, dulce, tierno. Entonces prometo que volveré, en otras fechas y psicológicamente preparado..

6 La Austria Azul

Esta parte de Austria es un paraíso, subjetiva y objetivamente. La lista de perfecciones cubre todos los campos: la gasolina está a precios que hace tiempo que no veo en España, 1,34€, la carretera se deja querer, el paisaje es de cuento y postal, no hay casi tráfico y el poco que hay se sabe comportar, exceptuando los que casualmente tienen matrícula italiana. Nos desviamos de la carretera principal, subimos una pequeña colina cubierta de bosque y desembocamos en una inmensa ladera de más árboles, casitas de madera y balcones llenos de flores.

Nuestro destino, Obertilliach, está en la ladera de una montaña que se asemeja a una sabana verde tendida al sol en un largo valle ligeramente pindio. En mitad de ninguna parte son apenas 100 casas con un par de restaurantes, un supermercado y 3 o 4 alojamientos turísticos. El nuestro no podría ser mejor. Naflerhof, una granja toda de madera que es una quesería todavía activa con un balcón florido, una decoración rural exquisita y una cálida atención. Suerte que yo perpetro algo de alemán porque el dueño no habla inglés.

Hemos llegado todavía de día, sorprendentemente, así que damos una vuelta profunda que cubre todo el pueblo. Disfrutamos del plácido paisaje y del silencio denso y calmado, interrumpido por unas campanas que atraen a todo el pueblo a misa. La iglesia es simple, sencilla y colorida y está a rebosar.

Seguimos deambulando, deleitándonos con pequeños detalles. La cena es contundente como una piedra con salsa, fijada a horarios europeos con barra libre de ensaladas en, como no, otra granja de madera.

La habitación es como un bunker donde no se escucha nada y dormimos como niños, con los puños apretados. Tengo que volver a este rincón de Austria. Como sea.
El desayuno es para enmarcar, mejor aun que el del día anterior. Lo hacemos en el salón de la casa, custodiados por una estufa tradicional cerámica, con queso y leche casero, embutidos que saben a aire fresco, zumos naturales de verdad de la buena y huevos cocidos cubiertos con un sombrerete de ganchillo en forma de gallo. Se me acaban las palabras... Os aseguro que aproveche el desafío y volví a dilatar mis estómagos para que se notara nuestra presencia en la granja.
A unos pocos kilómetros tenemos una de las estrellas del viaje, el Grossglockner. Es una carretera que va de monte en monte amplia, cuidada y casi lujosa. Solo faltaba decir que es de peaje. No estoy del todo convencido que su precio este justificado, es una feria del motor y de las vanidades donde campan a sus anchas las GS en abrumadora mayoría si bien puede haber de todo incluida una caravana de tractores antiguos. La mía, por llamar la atención, decide en plena subida al glaciar, tumbarse boca arriba para que le rasque la tripa como un perro falto de cariño cualquiera. Con ayuda de otros compañeros la ponemos en pie y con mucho sonrojo nos vamos a disfrutar de las vistas.

En total son apenas 50kms pero nos lleva recorrerlos toda la mañana por parar en todos los miradores e ir a puntita de gas, disfrutando de las vistas, así que decidimos tirar directos a Salzsburgo y prescindir del nido de las águilas en Berchtesgaden. Para otra vez será.

Por equivocación nos metemos por la autopista con lo que sudamos un rato pensando en una multa a precios europeo hasta que podemos comprar con algo de dificultad la vignette.
El hotel en Salzsburgo es un Ibis. No está mal, como todos los de esta cadena: aséptico, funcional y moderno, quizás algo alejado del centro al que nos acercamos andando. Los suburbios de la ciudad son tan arrabales como en el resto del mundo. El centro es idílico pero impersonal, me deja tan frio como en su día me dejo Viena.

Es todo muy bonito pero como puede ser bonito un laboratorio o una fabrica farmacéutica, carente de vida y personalidad, insípida, muere de su propio éxito como Viena. Cenamos en el afamado convento franciscano que fabrica su propia cerveza y que no probamos, no somos cerveceros. Llenamos las jarras de agua y disimulamos. Lamentablemente no podemos cenar en el patio por ponerse a llover con furia así que comemos en el interior en largas mesas compartidas.

No se que hacemos mal, siempre consideramos que madrugamos pero al salir, si hay otras motos ya se han ido hace rato. El día se levanta negro-gris como el destino que tenemos. Mauthausen. Para llegar no hay casi indicaciones, parece que los austriacos se avergüencen como los franceses de tener esta lacra en sus tierras.

Pagamos una módica entrada y franqueamos el sombrío muro solido de piedra roja gris y sucia para penetrar en uno de los puntos más oscuros de la historia. Duele intensamente estar allí, siendo testigos de aquel horror, observando con sorpresa las atrocidades cometidas en nombre de una gran mentira. Y me parece increíble que todos participaran para crear semejante industria sistemática de la muerte, con sus procedimientos y protocolos para optimizar el asesinato masivo. En mi mente se repite como un mantra las palabras QUEHIJOSDEPUTA, pronunciando cada letra con rabia, destilando cada silaba con pena y horror a partes iguales. Me saltan las lágrimas viendo las placas de homenaje que cuelgan del muro donde se ajusticiaba a los desterrados, están presentes todas las nacionalidades y grupos minoritarios, todos torturados por la barbarie. Me parece increíble que esta fábrica de dolor estuviera operativa al servicio del terror durante tantos años con el silencio cómplice de tantos. Y que aun haya quien lo niegue...
Todo es tétrico, sombrío y triste. La única nota de color son las banderas, donde la bandera republicana ondea como acto de justicia y recuerdo por todos los desgraciados que acabaron allí simplemente por ser distintos. Y me llena de orgullo ver en las fotografías y textos como se les reconocía por su capacidad de organización y resistencia.
La cantera es un mordisco tallado por los presos en la colina. Bajo a visitarla por las escaleras de la muerte, contando los 186 escalones, pisando mis tristezas, todavía vestido con mi mono de cuero de negro duelo y ya no puedo más, me sobrepasa por mucho la situación, la pena, el dolor y la rabia, pensando solitario en todas las atrocidades que se dieron en este lugar maldito. Nos vamos definitivamente, sin hambre, mirando hacia atrás con mucha pena, con el ánimo tan nublado como el cielo negro pizarra.
Afortunadamente la moto nos va disolviendo las penas en el aire que dejamos detrás y a través de otra frontera anónima cambiamos de país. Esta vez el GPS se ha portado y nos ha llevado por una carretera boscosa y entretenida que desemboca en la espalda desnuda de la República Checa.

7 Si Republica Checa Añil

Nos damos cuenta de que estamos en la Republica Checa cuando vemos señales en las tiendas que indican que aceptan euros. Ni una triste señal de bienvenida al país. Nosotros continuamos a lo nuestro, siguiendo una carretera nueva recién asfaltada, sin línea central, con más tráfico de lo esperado para lo remotos que estamos y que copia las curvas del rio como si fuera un espejo. El rio tiene unos cuantos centros de actividades y playas fluviales que sorprenden por su actividad y su aire postcomunista, dignos de una película de Kusturica.
Tras atravesar algún pueblo gris industrial llegamos a Cesky Krumlov. Este pueblo de difícil nombre es un encantador pueblo de colores y tejados inclinados, pequeño, de suelo empedrado situado entre las curvas sinuosas del rio que se cruza gracias a tres puentes a lo largo de su calle principal.

Tiene un castillo colorido que es más bien un palacio y mucha piedra en las calles para caminar.

El alojamiento Penzion Vysherad es totalmente postcomunista, sombrío, desgastado y algo bizarro pero económico y amplio, Llegamos justo a tiempo, en el momento exacto que comienza a llover sin medida. Aun así visitamos la ciudad atechandonos por los rincones, cobijándonos de una lluvia inclemente. Y cuando sentimos los zapatos mojados, entonces conocemos la cocina checa, tan sabrosa como pesada, rozando la lujuria gastronómica.
Al día siguiente tomamos dirección de Praga por una autopista nueva en la que hacemos la pringada de comprar la viñeta siguiendo las indicaciones de una gasolinera que no habla ni papa de ingles ni tiene idea de la legislación local por lo que descubriremos más tarde.
El hotel de Praga, Little Quarter Hostelestá impecable, recién renovado y para fortuna y sorpresa nuestra nos dan un apartamento de dos habitaciones y baño para nosotros solos y nuestro ego. Espacio más que suficiente para esparcir toda la ropa y que se airee convenientemente, montando nuestro nido de cigüeñas habitual.

La moto se queda en la calle, busco un rincón escondido en una acera, lejos de la carretera. La dejo con miedo pero no tengo otra opción.
Nos vamos a patear la ciudad que al fin y al cabo, era el germen de nuestro viaje. Estamos a la sombra del castillo y es todo cuesta arriba así que tiramos hacia abajo, al famoso puente de Carlos. Tal parece que todos los turistas de Praga han tenido la misma idea. La primera impresión es la cantidad de gente que hay en el puente ejerciendo de turista, sacando fotos, mirando al cielo, sonriendo y posando. De tantos que hay resulta ridículo. Es literalmente imposible sacar una foto al paisaje sin que salgan otros tantos personajes mancillando nuestras fotos.

Praga es espectacular, de una belleza señorial, lujosa, omnipresente. Casi tanto como Paris, si bien la capital francesa no tiene tan elevada proporción de turistas por ciudadano. Sin embargo, la ciudad se hace querer: es económica, tiene iglesias que asoman detrás de edificios, fachadas de colores, un cementerio judío interesante de puro tétrico, un reloj astronómico que es una absoluta y total maravilla de la ingeniería, un castillo que es un palacio dominando las alturas de la ciudad, una plaza llena de ambiente turístico con puestos de comida y espectáculos callejeros, con torres en mitad de las calles, monumentos estrafalarios, japoneses de boda y un cambio de guardia con la banda militar que es un fiasco. Descubrimos un interesante y anodino aire postcomunista cuando uno sale del centro, con edificios de mucho lujo y unos cuantos puentes que muestran un atardecer dorado sobre el rio que es una bendición.
Pero todo lo bueno se acaba y llega el día que madrugamos para salir de este país que a decir verdad nos ha sabido escaso, teníamos que haberle dedicado más días para visitar la parte rural que es cada vez más donde encuentro la belleza.

Así pues, autopista hacia el oeste. De sol a sol.

8 Do# Alemania Violeta

Alemania es una plácida autopista que nos conduce gratis de este a oeste, sin peajes, sin límites en algunos tramos que no aprovechamos, con algunas obras y con todas las indicaciones necesarias para llegar a buen término. El paisaje desde que salimos de Cesky sigue siendo una inmensa y fértil llanura, tan monótona como productiva, aburrida hasta decir basta.
Dado que vamos sobrados de tiempo y necesitamos algo de interés decidimos hacer una incursión en el sur de la Selva Negra. Como a la vuelta de Nurburgring, me parece que no esta a la altura de su fama. Mucho tráfico, una carretera demasiado rápida para ser divertida, unos paisajes no especialmente diferentes de lo que se ve en el resto de Europa, adolecen de montañas altas y poderosas, de piedra y valles. Esto es solo naturaleza domesticada. Me apunto una visita pendiente a la parte más desconocida de la selva para otra ocasión. No será por falta de oportunidades...
Paramos en una tienda de esas alemanas que tienen todo lo necesario para motos pero no compramos nada, hace ya tiempo que eliminamos nuestra compulsividad compradora.
Lorrach y Basilea parecen ser la misma ciudad pero están separadas por una frontera que esta vez si, gracias a los suizos, es autentica aunque divida una ciudad.

9 Sol Suiza Verde

Si hay una ciudad que tenga todas las virtudes posibles y requeridas por mí en Europa, esa es Basilea. Difícil para mí encontrar una ciudad más bonita y con mejor calidad de vida, con todo lo necesario bien puesto y con mucho gusto. Mires donde mires, solo hay elegancia, tranquilidad y serenidad. Abusamos de la calidez familiar y eso siempre mejora la experiencia.

Aprovechamos sin descanso las fantásticas posibilidades de la ciudad: visitamos la fuente de Calder, paseamos sin rumbo por Klein Basel, entramos sin permiso en la Rathaus roja, granate y amarilla, de superpuestas teja de madera, nos bañamos en el Rhin, rio que fue la última frontera de los romanos, dejándonos llevar por la corriente de puente a puente, tomamos zumos en la ribera, vemos atardecer contra la catedral, nos hinchamos de queso y mas queso, festejamos por la noche un evento de comida internacional donde hay alcohol, ruido, comidas de aquí y de allá. Como en casa pero no se observa el desbarajuste patrio.

Otra vez se nos acaba el tiempo y nos volvemos a poner en carretera.

10 Mi Francia Naranja

En apenas 3 o 4 kms salimos de casa y entramos en Francia, o más particularmente, en un región de nombres alemanes que por vicisitudes de la guerra ahora dice ser francesa. El cielo es gris muy oscuro, casi negro pizarra y nos atechamos en un granero para vestirnos de lluvia porque esto ya empieza a tener muy mala pinta.
Cuando comienza a llover sin medida nos replegamos hacia la autopista de peaje y empezamos a surcar camino, con agua cayendo en cascadas del cielo, los coches con las luces antiniebla y nosotros navegando los mares en tierra. Como era de esperar, la ropa decide en mal momento calar y así haremos de transportistas de agua desde este a oeste de Francia. Con constancia, velocidad y paciencia para sortear colas en los miles de peajes franceses, dejamos atrás la tormenta y sale un ratito de sol suficiente para poder comer a gusto. Las carreteras que recorremos son inmensamente rectas, aburridas y estúpidamente llenas de radares, se nos hacen eternas, monotonía solo rota por otra barrera de agua que cae del cielo como una ola y se va dejándonos como perros callejeros mojados. Ni una triste parada de autobús encontramos para refugiarnos.
El destino es Burdeos, no paramos ni para echar gasolina so pena de que no volvamos a subir a la moto más. Hemos cogido un hotel económico pero no de la cadena habitual F1. Craso error, está sucio a más no poder, las habitaciones pintadas de mal azul pretenden ambiente marinero con una cuerda pesimamente colgada, lámparas estilo farolero y mucha roña en un baño de termoplástico. Infame es poco. He dormido en sitios peores por supuesto, pero o eran gratis o estaban en mitad del Himalaya...
La zona no acompaña, igual que el centro de Burdeos es lindísimo, todo lo que lo rodea es un cinturón de mugre, pobreza y sordidez. Hace dos escasos meses solo vi la parte presentable de la ciudad, ahora parezco estar visitando otra ciudad completamente distinta. Repetimos la cena de aquella ocasión, una crepe riquísima y vuelta con miedo al hotel.
Para redondear la experiencia, al recoger la moto a la mañana siguiente descubro que me han robado la bolsita donde llevaba el candado y algo de herramienta. Nada vital pero te convierte una mañana nublada en uno de esos momentos en los que se ruegas por un exterminio masivo de buena parte de la humanidad. Siempre pienso en empezar por ingleses y franceses cuando se me ocurren estas cosas...
El círculo se cierra por el camino de siempre, autopista, sucesivos, excesivos peajes y pasar la frontera como tantas otras veces.

11 Re España Rojo

Volvemos a lo habitual, el asfalto roto patrio, los colores verdes y el mar a la derecha. Los kilómetros parecen tener más del mil metros, es todo tan conocido que aburre. La única novedad es que al llegar a Arroes comienza a llover de nuevo, nos podemos considerar afortunados ya que ha estado amenazando agua desde la mañana tan lejana, allá en Francia pero ahora ya da igual, a un pasito de casa importa poco mojarse...

7 países, una escala de Re, un Arco Iris

Otro viaje acabado con éxito... Somos afortunados.
Era un objetivo ambicioso pero la fortuna nos acompañó durante todo el viaje, un sol luminoso nos guió durante todos los días menos los dos menos importantes, los de transición, los hoteles fueron mejores de lo esperado y el paisaje alpino nunca deja de sorprenderme pese a ser ciertamente conocido.
Como siempre, dar vueltas por Europa da que pensar: La gasolina está más barata que en España, en la Republica Checa, Suiza y Austria, Francia dependiendo de la oportunidad puede ser igual o más caro, Alemania es más cara y lo de Italia es un robo a mano armada... En cuanto uno sale de casa, empieza a tener la mosca detrás de la oreja que nos engañan como a chinos. En Italia si se ven carencias y apreturas pero en el resto de los países no parece apretar tanto la crisis.
Siempre después de un viaje en moto, cuando llego a refugio me sorprendo de lo maravilloso que es viajar en moto. Porque eso es lo más importante, viajar y sin haber terminado el viaje, ya estoy pensando en los siguientes, llegando al desvarío de pretender emular a Miquel Silvestre o a Fabian Barrio y hacer un día como él, llegar a casa y decir entre orgulloso y emocionado que di la vuelta al mundo. Porque viajar en moto es vivir todas las experiencias posibles en un solo viaje.

Compartir Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en Google+ Compartir en Pinterest
Enlaces
Fotos